Con horror, presenciamos recientemente un hecho inédito en México: un muchachito de 14 años, alumno de una secundaria privada, se levantó en plena clase y, pistola en mano, arremetió a balazos contra su maestra de 24 y cinco compañeritos más, para luego dispararse a sí mismo con la intención de suicidarse.
Los hechos ocurrieron en Monterrey, al noreste del país, una ciudad importante. La escuela privada era cara y nadie supondría que un día ocurriría un hecho de esa naturaleza ahí.
Pero ocurrió.
Como era lógico suponer, hubo cámaras que captaron la escena. La escuela, como parte de sus garantías de seguridad para con los padres, tiene instaladas cámaras de circuito cerrado en todos los salones, y así fue como desde el área de monitoreo se grabó todo.
En medio de la gran consternación y cuando las autoridades apenas salían ante los medios de comunicación a ofrecer declaraciones sobre los hechos, el video se difundió y, como la pólvora, circuló por todas las redes sociales imaginables.
En justicia, hay que decir que, por lo menos la poderosa cadena televisiva Televisa, tuvo el decoro de no difundir en sus pantallas las imágenes de un niño baleando a su maestra y a otros niños, e incluso el locutor en turno explicó que tenían el video, pero no lo difundirían por respeto a los menores de edad que en él aparecen (incluyendo las víctimas) y sus familias.
Pese a esta manera ética de actuar –también en justicia éso debe reconocerse en su dimensión– , las imágenes fueron de todos conocidas apenas unos minutos después de los hechos.
El gobernador de Nuevo León (cuya capital es Monterrey), Jaime Rodríguez Calderón «El Bronco», ofreció unas horas después una conferencia de prensa, cuyo mensaje central fue que habría un castigo ejemplar para quien filtró las imágenes.
Es cierto, hubiese sido mucho mejor que no viéramos las imágenes, igual que hubiese sido mejor que en su momento no viéramos un millón de veces la imagen de cuando le disparan en la cabeza a Luis Donaldo Colosio o no hubiéramos visto hasta películas de cuando le disparan en la cabeza a John Fitzgerald Kennedy. Pero las vimos, lamentablemente.
Sin embargo, con todo lo malo de haber visto esas imágenes, lo verdaderamente grave no es quién las filtró, sino la razón por las que esas imágenes existen.
Lo significativo es saber qué pasó por la mente atormentada de un mocoso de 14 años, como para llevarlo a cometer semejante atrocidad. También debemos saber cómo llegó un arma de fuego a sus manos. ¿Cómo la escuela no había detectado un deterioro emocional de tal magnitud? ¿Sufría el niño de acoso escolar y los profesores no lo vieron?
¿De quién era el arma y por qué el menor tuvo acceso a ella y a una caja de municiones? ¿Quién le enseñó a manipular la pistola? ¿De dónde y por qué se le ocurrió que asesinar gente y suicidarse sería algo ……? (no sé cómo calificarlo).
¿Cómo estaban las cosas en su casa? Y ante esto cualquiera diría: «¡No te metas en esos terrenos; ésa es la vida privada de las personas!»
El argumento tiene un sentido: en efecto, lo que pasa en cada casa es un misterio y dentro de sus paredes ha de quedar…a menos que a raíz de ello un buen día un niño de 14 años despierte pensando en asesinar a sus compañeros y tome un arma para realizarlo, como efectivamente ocurrió.
Sí, es verdad que filtrar las imágenes no fue la mejor idea, pero lo que verdaderamente se debe investigar es qué factores llevaron a ese funesto resultado, para tomar (a tiempo) las medidas pertinentes en el resto de los estudiantes del país que puedan encontrarse hoy mismo, mientras escribo ésto, en análogas condiciones y evitar una nueva tragedia.
También se debe evitar a toda costa que un arma de fuego caiga en manos de un menor de edad. Para acabar temprano, es indispensable que haya el menor número posible de armas de fuego y que éstas sólo estén en poder de gente debidamente entrenada, que las use si (y sólo si), hay estricta e indispensable necesidad de vida o muerte.
El punto es que el tráfico de armas es de tal magnitud, que hoy en día hasta un muchachito de secundaria, en una escuela particular, puede tener acceso a una. ¡Éso es lo que importa, Bronco!, no quién filtró el video.
Y también se debe revisar el modelo de convivencia, porque claramente hay una ruptura grave del tejido social, que propicia esta clase de cosas.
A los 14 años, los muchachos normales deberían estar preocupados porque la niña que les gusta les haga caso, o porque sus mamás los dejen ir al cine solos con ellas, no por matar a nadie.
Mientras no recuperemos la lógica normal de una sociedad donde los niños sean niños y se dediquen a serlo, es poco importante que un video se filtre o no.