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De nunca acabar

Que la privatización sería el remedio: falso.
Que la alternancia democrática sería el remedio: falso.
Que la competencia internacional sería el remedio: falso.

Después de décadas de “luchar” contra la corrupción, la corrupción sigue ahí, instalada y rebosante, gorda y rolliza como un cerdo puesto en engorda para ser cocinado con una gran manzana roja en el hocico para navidad.

La corrupción, alimentada desde el gobierno y con numerosos engranes hacia abajo, sigue presente en la sociedad mexicana, como lo ha estado desde hace siglos.

No tengo referencias suficientes sobre lo que pasaba en la época precolombina, pero es de suponerse que en un Estado imperial, guerrero y sacerdotal, cuyo poder central recibía grandes tributos de territorios vastísimos y a una distancia enorme, el funcionamiento día a día del poder se viera influido por corrupción de algún tipo.

Durante la época de la Colonia, no hay duda que la corrupción fue una gran compañera. Con un sistema que dividía salvajemente en clases sociales a todos, incluyendo a los blancos, y donde el poder de la Corona era representado por virreyes a una distancia enorme del poder central y con grandes riquezas a la mano, la corrupción, obviamente, era una cuestión de todos los días.

De hecho, la explicación histórica de la vergonzante derrota que sufrieron los españoles frente a los ataques piratas del siglo XVII y XVIII en la fortificada Cartagena de Indias (hoy Colombia), es la corrupción, merced a la cual, no había municiones, soldados ni defensa previstas para la ciudad, a pesar de la enorme muralla, diseñada para hacer “impenetrable” la ciudad.

En el Museo Naval de Cartagena, se refiere este pasaje de la historia y se recoge una frase en boga en la época, que los corruptos usaban para justificarse cuando alguien les reprendía, señalando el temor que le debían a dios y la Corona. Los corruptos, cínicamente, decían “el cielo y España están muy lejos”.

Pese a la presencia del Virrey y del Oidor en turno, es de suponerse que en México la cosa no fuera muy diferente.

Y tan no lo era, que por eso se generó el movimiento de Independencia, que usó a los indígenas como pretexto y carne de cañón, sólo para cambiar de manos el poder por la fuerza de las armas.

El siglo XIX es ejemplo de múltiples excesos, donde la corrupción fue el común denominador. Por ejemplo, cuando Iturbide se hizo llamar Emperador, o cuando un grupo de traidores arropó al ingenuo Maximiliano para instaurar una monarquía tipo europeo.

Qué decir de la corrupción durante la época del Porfiriato, cuando la auténtica riqueza del país se aglutinaba en las manos de 300 personas. Una época, en la que menos del 2 por ciento de la población, era dueña de más del 90 por ciento del territorio nacional; cuando la riqueza de algunos era superior a la de los más grandes magnates europeos, cuando miles morían de hambre en todo el país (más o menos como hoy).

La Revolución tuvo su origen en esta desigualdad brutal generada por la corrupción.
Y aunque las riquezas cambiaron de manos y ciertamente hubo algún reparto del botín, el poder, el auténtico poder, siguió funcionando a partir de las reglas brutales de la corrupción, que no están escritas, pero todos conocen y entienden y muchos practican.

A finales del siglo XX, los excesos del poder y la corrupción llevaron a nuevas crisis y a algunos grandilocuentes discursos para combatir la corrupción, si bien con pocos resultados.

He ahí, por ejemplo, “La Renovación Moral de la Sociedad”, slogan de una supuesta política pública que instauró Miguel de la Madrid a lo largo de su presidencia en los años 80 y que dio por resultado nada.

O bien la espectacular captura de “La Quina”, líder de los petroleros muy al inicio del sexenio de Carlos Salinas, que supuestamente terminaría con la corrupción en el sindicato de Pemex y donde la corrupción persiste hoy día robusta y rechoncha.

El golpe dado al sindicato de maestros, cuando la caída de Jongitud, sólo para ser sustituido por Elba Esther Gordillo, a quien muchos consideran la personificación misma de la corrupción, quien hoy también está encarcelada, mientras en el sindicato del magisterio nada se ha movido.

Ya pasaron más de 25 años de las grandes privatizaciones promovidas en tiempos de Salinas y ahí están los escándalos de corrupción en los bancos reprivatizados, en otras empresas anteriormente estatales y hoy privadas, en los contratos entre el gobierno y cientos de empresas privadas.

Así pues, la privatización probó no ser el remedio.

Ni qué decir de la alternancia democrática. Pasaron dos sexenios con un gobierno de un partido distinto al que gobernó por 70 años y durante esos 12 años la corrupción persistió y presentó la cara siniestra de la delincuencia y la impunidad galopantes, acompañada de sus horrendas hermanas, la violencia y la destrucción del tejido social.

Decenas de escándalos de corrupción fueron protagonizados lo mismo por unos que por otros, tanto en el poder como en la esfera privada y lo hemos visto con todos los partidos imaginables.

Así pues, la alternancia democrática probó no ser el remedio.

Gigantescos consorcios internacionales dedicados al giro financiero y bancario, a la cuestión petrolera, a la minería, a la construcción de infraestructura, al comercio, a la producción de alimentos y un largo etcétera, están y estuvieron involucrados en bochornosos actos de corrupción, donde los cómplices eran altos ejecutivos de “prestigio” internacional y altos funcionarios públicos.

Así pues, la competencia internacional probó no ser el remedio.

Hoy está en boga el Sistema Nacional Anticorrupción y su hermana la Ley General de Transparencia, supuestas medidas para acabar con la corrupción.

Se trata, otra vez, de fingidos intentos por acabar con un flagelo con el que –está probado—nadie en el poder quiere acabar, porque representa un negocio millonario.

Y la historia nos demuestra que, desde el poder, la corrupción es harto lucrativa, así que por sistema, debemos sospechar de cualquier intento por acabar con ella, que venga desde el poder, poder porque –como hemos constatado mil veces—será simplemente una cortina de humo.

Para acabar con la corrupción, tenemos que romper el engranaje que baja desde el poder, en círculos cada vez más pequeños, hasta la sociedad y a la gente de a pie. El día que todos actuemos siempre de acuerdo a la norma y que nadie se quiera pasar de listo en lo más mínimo y que nadie acepte dar o recibir dinero o cualquier otra cosa a cambio de algo irregular, ese día se acaba la corrupción. No antes.

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Anzuelo

Acerca de la palabra «anzuelo», el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española especifica que se trata de un gancho pendiente de un sedal, acompañado de un cebo, que sirve para pescar.

E incluye el ejemplo de un uso coloquial para esta palabra, al fromar pequeñas frases de uso común en el idioma. Uno de ellos: «Echar el anzuelo.- Emplear artificios para atraer, generalmente con engaños».

A esta definición se ajustan algunas partes de la realidad política reciente.

Revisemos:

La lidresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo, es encarcelada un día, so pretexto de que los profesores se quejaron sobre la oscuridad en las cuentas del sindicato. (Por cierto, hasta la fecha no se conoce ni una sola de esas supuestas denuncias).

Se trata de un anuncio espectacular, dada la enorme fuerza del sindicato, el más grande de América Latina y sobre el cual se cierne la sombra de la sospecha y la corrupción, además del manejo político de sus intereses.

Mientras tanto, progresa una reforma constitucional, dizque para reformar la educación pública que, en realidad, NO es una reforma educativa, sino laboral.

En efecto, para mejorar la educación pública no hace falta modificar la Constitución, sino ampliar la capacitación de los maestros, garantizarles condiciones mínimas de seguridad laboral, establecer una infraestructura decente para su labor y ampliar la cobertura en todos los niveles escolares además, claro, de propiciar que los niños crezcan, razonen, concienticen sus derehcos y obligaciones y se conviertan en ciudadanos productivos, activos y capaces de adaptarse al mundo cambiante que les toca.

Pero esto de la reforma educativa, supuestamente elaborada para mejorar la calidad de la educación en las escuelas públicas, es precisamente el anzuelo con su respectiva carnada. Se está «echando el anzuelo», según la explicación al uso coloquial que describre el DRAE.

En realidad, lo que está en juego aquí es una reforma laboral. Se trata de una estrategia para debilitar a un poderoso sindicato cuyas acciones, correctas o no, han sido fuertemente cuestionadas durante mucho tiempo.

La carnada y el anzuelo, forman una dupla inseparable que, en términos prácticos, se traduce en el encarcelamiento de la dirigente del magisterio, mientras que la reofmra laboral, está inserta (como el anzuelo en la carnada), dentro de la propia reforma y consiste solamente en una palabra: «permanencia».

El texto señala que se ha de crear una institución ajena a la SEP, para evaluar periódicamente el desempeño profesional de los maestros y determinar su permanencia o no dentro de la docencia.

Es decir, el instituto que evaluará, tendrá el poder de decidir quién forma parte del magisterio y quién no, con base en criterios que nadie conoce.

Además, de manera muy discreta, pero consistente, se está avanzando en el camino de quitarle al sindicato el control de las plazas sindicales, lo que le restará fuerza.

Con esa reforma, que es laboral y no educativa, se estará cumpliendo con las viejas demandas del Fondo Monetario Internacional y otros organismos filantrópicos de la misma naturaleza, que quieren ver a la fuerza laboral de la educación (o sea, los maestros), plenamente sometidos al control absoluto del gobierno, para evitar que se salgan del guión o «receta» sugeridos para el desarrollo.

El anzuelo es la supuesta reforma educativa. El cebo es la mejora en la calidad de la instrucción que reciben los niños. La realidad es una reforma laboral que, a la larga, busca acabar con el sindicato y recuperar el pleno control sobre los maestros.

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Control Vs. Transparencia

Desde que Elba Esther cayó (calló, aclararon algunos), fue claro para todos que no se trataba de un asunto económico, sino estrictamente político.

El supuesto desfalco de 2 mil 600 millones de pesos que habría cometido contra los maestros, NO es realmente la razón que la tiene en la cárcel, sino la actitud de abierta confrontación que ella asumió en contra del gobierno federal y su reforma educativa.

Porque hasta el momento, nadie ha visto las denuncias que, en todo caso, debieron presentar los maestros respecto al mal uso de sus cuotas sindicales, en las que teóricamente, el gobierno federal no tenía facultad para meterse sin denuncia penal de por medio.

Por ello, la lectura unánime de los líderes sindicales sobre el asunto: es un «estate quieto», una forma brutal de hacerle entender a todos, que el actual gobierno no quiere que ningún sindicato se le salga, ni tantito, del huacal.

A las autoridades, no les interesa la transparencia en el manejo de los recursos sindicales, sino el control de los sindicatos, vía sus cuotas. Y es que para nadie es un secreto que la fuerza de los sindicatos radica en sus cuotas y, se ubica en relación aritméticamente pura, con el tamaño de su padrón.

Por eso, la reforma laboral que se aprobó hace unos meses, incluía un amplio capítulo de «transparencia», que tenía una evidente dedicatoria para Elba Esther Gordillo, tratando de dejarla sin cuotas sindicales y la posibildiad de investigar en cualquier momento el manejo de las mismas, por encima del principio de autonomía sindical.

Aunque esa parte de la reforma no se aprobó, de hecho eso fue lo que hizo el gobierno federal para acabar con Elba Esther.

En ese sentido, algunos líderes han señalado que, ahora, el único futuro viable para las organizaciones laborales, es unirse entre sí y presentar bloques, para dificultarle la labor al gobierno federal, en caso de que quiera acabar con otro sindicato.

Entre tanto, conviene que los trabajadores se comporten «como hermanas de la caridad», según dijo en una conversación petitt comité un importante líder hace un par de días. Es decir, es momento de que los trabajadores no falten injustificadamente, no incumplan con sus obligaciones, no coman  durante las horas de trabajo y/o en sus centros laborales, no dejen pendientes laborales, no golpeen a sus jefes…en fin. Que se comporten de manera ejemplar, para que no haya pretextos para arremeter contra ellos.

Pero lo demostrado en el caso del SNTE es claro: al gobierno no le interesa el menejo transparente de los recursos, sino el control de los sindicatos.

Y si no, apostemos cuánto tiempo parasará antes de que, desde las oficinas de República de Brasil, en el centro de la ciudad de México, se comeiencen a alentar liderazgos locales entre los maestros, para tener a un grupo de líderes dividido (aunque, eso sí, bien consentido), al que se pueda manipular más fácilmente que  uuna sola lideresa fuerte y ruda, como era Elba Esther.

Porque a nadie debe pasarle inadvertido que la ley, el derecho de autodeterminación de los sindicalizados, la autonomía sindical y la independencia del SNTE, fueron aplastadas olímpicamente con la detención de «La Maestra».

Lo malo fue que exhibieron su cabeza como la de María Antonieta, para apagar la sed de venganza del populacho, pero no resolvieron nada de la estructura interna del sindicato magisterial….por ahora.

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Teoría del caos

El manual de la llamada «Teoría del Caos», señala que un gobierno debe de aprovechar algún desastre natural o crear un distractor gigantesco, muy mediático, para impulsar medidas largamente pospuestas por impopulares.

Si la jugada sale como es debido, prácticamente nadie se dará cuenta de que el desastre natural, o la noticia harto escandalosa, fueron aprovechados para deslizar, como por descuido, alguna medida antipopular que en futuro causará problemas con la sociedad.

Pues bien, ése parece ser el ejemplo de lo ocurrido, apenas, este fin de semana.

Mientras la gente se extasiaba aún con la detención de Elba Esther Gordillo (la villana favorita para muchos), el PRI realizó su XXI Asamblea, en la que aprobó levantar la restricción que, como partido, se imponía a sus legisladores para aprobar la aplicación de IVA en alimentos y medicinas, así como de la participación de inversiones privadas en Petróleos Mexicanos.

Como el presidente acudió a la Asamblea en su calidad de militante del Revolucionario Institucional y no de presidente de la República (como si esa responsabilidad pudiera dejarse guardada en un cajón durante el fin de semana), no llevó a su «fuente» y su advertencia de que en su gobierno nadie pasaría por encima de la ley, sí fue reproducida, pero sin enfatizar su calidad de mandatario.

Parece una nimiedad o bien una sutileza difícil de distinguir, pero para quienes estamos acostumbrados al manejo de la información periodística –y sus códigos– sí tiene su relevancia.

En efecto, mientras todos atendían el asunto de «La Maestra», el PRI se ponía de acuerdo para impulsar medidas que nos afectarán a todos y que tarde o temprano se pondrán en marcha. Ya no hay cómo detenerlas.

Porque –dicho sea de paso– la asamblea dio un vuelco de 40 años al pasado, al nombrar al presidente de la República, como titular del Consejo Político del partido, como en las épocas de Echeverría, cuando se le llamaba con orgullo  «El Primer Priísta de la Nación». ¡Cosa más antidemocrática!

Pero además, en el propio asunto de Elba Esther, ocurrió algo rarísimo, un signo verdaderamente preocupante, en el que nadie pareció reparar: resulta que los fiscales del caso no se presentaron y tampoco estuvo presente el litigante de la Secretaría de Hacienda, que se suponía iba a sustentar ante el juez de la causa las acusaciones por presuntas operaciones con recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada.

Llama por lo menos a suspicacia esa ausencia: ¿si la acusación era tan sólida como dijo desde un principio el procurador, por qué de pronto no se presenta quien debía sustantarla?

¿No será, acaso, que en medio de esa «Teoría del caos», el gobierno sólo fabricó a medias el asunto de Elba Esther para distraer a la gente, mientras sacaba adelante la asamblea del PRI, sin verdaderamente importarle si la acusación contra la titular del SNTE tiene o no sustento?

Las próximas semanas y meses darán luz sobre el asunto, conforme se desenvuelva el juicio contra la lideresa de los maestros y conforme se presenten polémicas reformas en las cámaras de Diputados y Senadores.

Por lo pronto, todo indica que la Teoría del Caos se siguió, como dicen los gringos: «By the book».

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A explicación no pedida

¿Quién le pidió al presidente Enrique Peña Nieto una explicación sobre la caputra de Elba Esther Gordillo?…¡Nadie!

Ni la afectada, ni sus abogados. Porque a ellos –como a todos– les queda claro que la orden directa partió de Los Pinos y se trata de un asunto estrictamente político.

Claro que puede haber innumerables elementos que hagan presumir cualquier número de delitos no sólo de carácter patrimonial en torno a la maestra, pero el hecho de que la detuvieran tiene claramente un sentido político.

Es evidente que el guión lo puso Carlos Salinas de Gortari. Lo mismo hizo (o casi), cuando al iniciar su gobierno en 1988 arremetió contra el líder de los petroleros para mostrar el músculo y ganar la legitimidad que no conquistó en las urnas.

Sólo que Salinas, más inteligente, no salió a dar explicaciones que nadie le pidió. Simplemente, guardó discreto silencio, mientras hacía sentir que en Los Pinos había alguien con carácter y fuerza suficientes, a quien no le temblaría la mano ante ninguna circunstancia y que no le temía a nadie. Antes al contrario, debían temerle…y le temieron con razón.

Sin embargo, Peña Nieto, vencido por su debilidad frente a las cámaras, salió a dar un mensaje peor que malo, en el que pretendió dejar claro que su gobierno nada tuvo que ver con el asunto y que no se trata de algo político, sino estrictamente penal.

Contrario a la pulcra forma que ha empleado hasta el momento el equipo de Peña para dar a conocer sus acciones, e incluso al eficaz control de daños en circunstancias adversas, esta vez el mensaje fue un error en forma y en fondo.

Si a alguien le cabía duda de que el asunto era político, el presidente lo vino a confirmar claramente con un mensaje que pretendía convencer de lo contrario.

Si –como dijo Peña Nieto esa noche– el asunto no era político, ¿para qué sale a hablar en cadena nacional, en horario estelar, con todo el peso del Poder Ejecutivo, para ofrecer una explicación que nadie le había pedido?

¿Por qué dice que el Poder Ejecutivo a su cargo, será respetuoso de lo que hagan los otros poderes en este asunto, cuando envía al mismísimo procurador General de la República en persona, a convencernos de que Elba Esther es la peor criatura del mundo?

¿Cómo se supone que le creamos que el gobierno respeta a los sindicatos, si la base de la acusación es un desvío de las cuotas de los trabajadores, que debía ser un asunto estrictamente interno de los miembros del SNTE y que, en todo caso, ellos debieron denunciar, en lugar de que la PGR lo investigara oficiosamente?

¿Cuándo se le ocurrió al presidente salir a dar ese mensaje contradictorio, que pretendió ofrecer seguridad en la ley, cuando sólo nos dio la certeza a todos los mexicanos, de que el golpe contra la lideresa del magisterio, se fraguó y operó en Los Pinos?

Fue un mensaje lamentable. Innecesario del todo. Si el gobierno federal no tenía ningún otro interés que el cumplimiento de la ley, ¿por qué se les ocurrió que el presidente saliera a hacer aclaraciones que no le habían pedido?

¿No se supone que para eso hay todo un aparato de Estado; para enderezar y conducir las investigaciones, hasta poner al presunto delincuente en manos del juez de la causa? Eso ya había ocurrido para entonces, ¿por qué creyó Peña que era necesario hacer aclaraciones, cuando Elba Esther ya estaba en la cárcel?

Por otra parte, un detalle que a muchos pasa inadvertido: el riesgo de que el gobierno sobrepase todos los límites y leyes imaginables, para dar los golpes que quiera, importándole un bledo las formas, los derechos y las leyes.

Desde luego, resulta imposible defender a Elba Esther Gordillo (¡menudo reto tienen sus abogados!), pero en realidad, el gobierno violó la autonomía sindical y el derecho de autodeterminación de los trabajadores. Las cuotas de los trabajadores son eso: las cuotas de los trabajadores y mientras éstos no presenten una denuncia penal contra quien suponen que está haciendo mal uso de ellas, la autoridad no tiene por qué meterse en el asunto, así sean 10 pesos o 2 mil 600 millones de ellos.

Y claro, se trata del chivo expiatorio perfecto, porque todo el mundo tiene la certeza (con o sin pruebas), de que la maestra es una mujer corrupta y por lo tanto, mereche ser encarcelada.

Una especie de María Antonieta a la cual guillotinar en plaza pública, para apagar la sed de sangre del populacho, sin que nada cambie en la vida cotidiana de la gente, incluyendo los maestros.

Pero el punto es que en la acusacion, se violaron derechos, libertades y garantías de muchas personas y lo mismo puede ocurrir con cualquiera otra. Y si eso pasó con alguien poderosa, ¿qué nos podremos esperar los demás, simples mortales?

Lo que está en juego es el respeto que el gobierno le debe a las libertades individuales y colectivas. Como está visto, el gobierno está determinado a pasar por encima de ellas y a justificarlo públicamente a través de la televisión.

Parece que nadie ha reparado en ese preocupante síntoma.

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El TUCEE y sus riesgos

Elba Esther Gordillo Morales es un  personaje polémico. Ave de tempestades, parece no sentirse viva si no está enmedio de la controversia. Ése es su terreno natural y su afición personal: el conflicto.

Mujer determinada, inteligente, peligrosa y malévola, dicen algunos, es efectivamente un personaje de la vida pública mexicana a quien nadie en su sano juicio querría como enemiga.

Personalmente, como individuo aislado de la sociedad, es en sí misma una persona de cuidado. Pero más lo es, cuando se tiene en cuenta el control absoluto que ejerce sobre el sindicato más grande de América Latina, el Nacional de Trabajadores de la Educación.

Nada se mueve en el sector educativo, si no es con la venia de Elba Esther Gordillo y por lo menos en los dos últimos sexenios, fue ella y no los sucesivos secretarios de Educación Pública, quienes tomaron las decisiones importantes.

Fue La Maestra, como le dicen, quien durante los años de panismo tomó las decisiones y movió las piezas a su antojo, ante el miedo pánico de los secretarios, aunque el clamor popular y de los especialistas, insistiera una y otra vez en la necesidad de minar su poder, como elemento indispensable para mejorar la educación pública.

Por eso, el anuncio que hizo ayer el nuevo gobierno federal, el que encabeza Enrique Peña Nieto, en el sentido de someter en breve a la consideración del Congreso una reforma al Artículo 3 Constitucional y a la Ley Federal de Educación, se antoja como la introducción a ese pleito en donde aparecería, quizá, el TUCEE (Todos Unidos Contra Elba Esther).

El preludio se había iniciado el 30 de noviembre, cuando el ahora secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció que en el gabinete federal estaría Emilio Chauyffet como secretario de Educación Pública.

Recordemos que el exgobernador mexiquense es declradamente archienemigo de Elba Esther pues la removieron de la coordinación de los diputados priístas, precisamente para colocarlo a él. Ése round, lo ganó Emilio.

El segundo aviso vino en el mismísimo discurso de toma de posesión de Peña Nieto, en Palacio Nacional: que reformaría la educación pública, para evitar las plazas vitalicias y hereditarias de profesores.

Y si bien para todos es claro que la gigantesca hydra que representa el SNTE se tiene que modificar para hacerlo controlable, existe en ello un riesgo importante: debilitar a un sindicato fuerte y grande, puede ser el camino para debilitar a otros de menor tamaño, hasta desaparecer el sindicalismo.

Que el sindicalismo enfrenta problemas es claro para todos. Hay en muchos gremios corrupción, encubrimiento de incapacidades y falta de competitividad y compromiso, también es verdad.

Pero no todos los sindicatos son iguales. Algunos sí funcionan bien o por lo menos cumplen el propósito de velar por los derechos de los trabajadores, justamente trabajando.

Por eso, es peligroso que se tomen medidas que debiliten a un sindicato fuerte, porque fácilmente se puede caer en la tentación de debilitarlos a todos indiscriminadamente y dejar a miles o millones de trabajadores en el auténtico desamparo.

Lo más preocupante del caso, es que ya existe el antecedente con el SME y la desaparición de la Compañía de Luz y Fuerza, herencia perversa del calderonismo.

El SME era un sindicato fuerte, combativo, cuya sola mención causaba miedo a muchos…y lo desaparecieron de un plumazo.

El SNTE es un sindicato fuerte, combativo y la sola mención de su dirigente sempiterna causa escalofríos a más de uno…también lo podrían desaparecer, ¿por qué no?

Así que si el nuevo gobierno elige ese camino, será un antecedente peligroso para otros sindicatos de menores dimensiones y bríos, pero que sí defienden realmente a trabajadores que en efecto trabajan.

 

 

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Al menos en el discurso

Antes que nada, un mea culpa: la ortodoxia dice que nunca se debe iniciar un texto con un lugar común y eso es precisamente lo que haré.

Así que, como decía Jesús Reyes Heroles: «En política, la forma es fondo».

Ha lugar el lugar común, porque la ceremonia que vimos esta mañana, en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto en San Lázaro, recupera las formas que se habían perdido, luego del grotesco espectáculo que, hace seis años, se escenificó en ese mismo recinto, en la toma de posesión del expresidente Felipe Calderón.

Hubo discursos, hubo color, hubo protestas, pero hubo una ceremonia que se realizó con el protocolo y las formas debidas. El país requiere que las formas y el fondo cambien. Que ambos sean correctos y útiles.

Luego, en Palacio Nacional (no en el Auditorio Nacional, sitio de espectáculos), el presidente rindió un mensaje (casi) a la Nación.

Y digo casi, porque no estuvieron invitados o presentes, los legisladores de oposición, que sí forman parte del poder público y representan gente que también tiene una forma distinta de pensar.

Pero al menos, el mensaje fue más republicano, porque fue en un recinto nacional.

Y el tono del mensaje fue correcto, mesurado, democrático, incluyente y con varios anuncios importantes.

Uno de ellos, fue el anuncio de que se enviará al Congreso una iniciativa para establecer un Código Penal y un Código de Procedimientos Penales único, para aplicación en todo el territorio nacional.

Menuda dificultad, por cierto, pero al menos es un paso en el camino correcto de tratar de poner orden en la procuración y aplicación de justicia.

Otro mensaje importante fue aquel de que la SEP y la Sedesol tendrán a su cargo la elaboración de una estrategia para la atención a los grupos más vulnerables, como estrategia de prevención del delito.

Está claro este nuevo giro en la estrategia de seguridad. Si bien no se habló de sacar al Ejército de las calles, ni de un ajuste inmediato a la estrategia desastrosa que heredó Calderón, por lo menos ahora se verá hacia el origen del problema y no sólo hacia sus síntomas, como equivocadamente se hizo en el fallido sexenio perdido que acabamos de concluir.

Otro anuncio relevante, fue el establecimiento de la carrera profesional magisterial, para terminar con los puestos heredados y el tráfico de influencias en el magisterio. Duro mensaje a Elba Esther Gordillo, en complemento al mensaje no menos duro, que se había enviado con anterioridad, el mismísimo día que se anunció la integración del gabinete.

Recordemos que Emilio Chauyffet, hoy flamante secretario de Educación Pública, fue el que sucedió en la coordinación del PRI a Elba Esther Gordillo en la Cámara de Diputados, poco antes de que ella terminara de pelearse definitivamente con ese partido. Esa vez, la maestra no pudo con el político mexiquense y al parecer, la apuesta de Peña es que ahora tampoco pueda.

Un anuncio más, en el discurso de este mediodía, fue el de la reactivación de los trenes para pasajeros. Por fin, después de décadas enteras, el gobierno federal voltea a ver un sistema que fue vanguardia hace 120 años (en tiempos de don Porfirio) y que puede convertirse en un gran factor de competitividad para el país.

Alienta escuchar que, al menos en el discurso, parece interesante la visión del nuevo presidente en esos y otros anuncios (13 en total), que dio a conocer en su primer día de trabajo.

Preocupa que la toma de Posesión en San Lázaro, haya ocurrido enmedio de violentísimas protestas que, se dice, dejaron al menos un muerto.

Porque significa que el nivel de polarización del país sigue siendo muy alto. Y tan es alto ese nivel de polarización, que sólo basta escuchar a Ricardo Monreal, diputado del Movimiento Ciudadano, referirse a las elecciones, el gobierno que inicia y el sistema de justicia con unos adjetivos que, por más duros y severos, no dejan de ser estrictamente ciertos.

Ese discurso, como de costumbre, no tiene desperdicio: «¡Síganse riendo!», retó a los integrnates del Congreso de la Unión al finalizar su discurso, casi como una especie de maldición faraónica.

Así pues, el primer día de trabajo del presidente Peña Nieto, deja, por lo menos, una sensación de que va por el camino correcto y que sí, se deja asesorar. Ojalá, por el bien de un país que se lo merece, así sea.

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