Dice el dicho que no es igual ser borracho que cantinero. En efecto, ambos personajes comparten el mismo escenario e idénticos momentos, pero cada uno lo vive de distinta forma, porque el primero (el bebedor), va a la cantina precisamente a beber por las más diversas razones, mientras el otro (el que atiende), está ejerciendo un trabajo por el que le pagan.
Mientras el borracho sólo se ocupa de pedir bebidas, ingerirlas y en su caso contarle su drama al cantinero, éste debe de escuchar, aconsejar, gobernar el lugar, cobrar (lo cual es muy difícil cuando el de otro está ebrio) y mantener el control de lo que ocurre frente y detrás de su barra.
Por eso, el dicho se centra en enfatizar esta diferencia entre el que bebe y el que sirve las bebidas. El primero, podrá pensar que conoce el ambiente de la cantina, porque efectivamente lo conoce, aunque en forma limitada, pues si bien acude con frecuencia, no se entera de los esfuerzos de otros. El segundo, en cambio, tiene sobre él una cantidad de responsabilidades que convierte a la experiencia en algo totalmente diferente y, desde luego, mucho más difícil.
Esto es lo que pasa ahora con la elección (con procedimiento vergonzante, por cierto), de Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Debido a la desaparición forzada de su hermano, hace más de 40 años, y la lucha que ha llevado su madre Rosario Ibarra de Piedra, es evidente que la flamante titular de la CNDH, tiene experiencia como víctima.
Prácticamente toda su vida adulta, la ha pasado en la lucha para exigirle al Estado respuestas sobre el paradero y lo ocurrido con su hermano cuando ambos eran jóvenes, hace ya largo tiempo.
No obstante, eso no le da a ella experiencia para estar del otro lado. Igual que el bebedor de cantina, ella ha tenido tiempo para estar ahí y nadie duda que sepa muy bien cómo es el ambiente.
Sin embargo, tal como pasa con el cantinero, la presidencia de la CNDH implica una serie de graves responsabilidades y una gama enorme de asuntos de los cuales ocuparse, que no se limitan a la desaparición forzada de personas.
Al frente de la Comisión, se tienen que ver temas complejos, especializados y diversos, como ejecuciones extrajudiciales, tortura, negligencia médica, discriminación, libertad de expresión y otros, además de tener bajo su cargo a cientos de personas, muchos establecimientos, responsabilidades en materia de difusión y promoción de los derechos humanos en general, así como de formación de recursos humanos en distintos niveles y con autoridades nacionales e internacionales.
Sin dudar de las capacidades de la señora (por algo cumplió los requisitos exigidos en la Convocatoria), se antoja difícil que de víctima transite a dirigir con éxito la institución encargada de velar por los derechos fundamentales.
Las dudas se agudizan luego de conocer una preocupante respuesta que ofreció en el Senado de la República, luego de resultar electa para el cargo en una segunda votación obligada por las profundas dudas sobre la primera y después de una sesión accidentada donde hubo gritos, insultos, empujones y hasta golpes entre los senadores, como si estuvieran en el mercado sobre ruedas.
Resulta que los reporteros le preguntaron qué hará respecto a los periodistas que han sido asesinados, a lo que ella replicó, sorprendida: «¿han asesinado reporteros?»
Verdaderamente es escalofriante poner una institución de este tipo en manos de una persona que demuestra tal ignorancia sobre la materia. Sobre todo, porque para dirigir la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se supondría que ella debía conocer esa institución. Y basta con abrir el portal electrónico de la CNDH (cualquiera que sepa leer y escribir puede hacerlo desde cualquier computadora en cualquier parte del mundo), para encontrar un amplio apartado sobre el derecho a la libertad de expresión, donde los especialistas de la institución se han esmerado en documentar profundamente las agresiones que han sufrido cientos de colegas en los últimos años y, tan sólo en el presente sexenio, con menos de un año de ejercicio, ya van 13 periodistas asesinados, cuyas historias también se encuentran en esos archivos.
Es inconcebible que una persona así, sea ahora la encargada de velar por los derechos humanos en el país, lo cual demuestra una vez más, que no es lo mismo ser borracho que cantinero.