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Instrucciones para fabricar un mártir

El librito parece ser breve y esquemático. Es simple, fácil de seguir. Se diría más bien un folletín.

Al parecer, ha recibido amplia difusión en una zona muy específica de la ciudad (en el Zócalo, para mayores señas), donde se ha convertido en lectura de cabecera antes de irse a la cama, al terminar las extenuantes jornadas callejeras de confrontación.

Lo habrá escrito alguien de la Coordinadora Nacional de «Trabajadores» de la Educación, dispuesto a enfrentarse, a generar conflicto, a que les hagan un muertito para glorificarse.

Debe contener instrucciones de cómo confrontar a los ciudadanos, las técnicas precisas para generar la mayor afectación posible a las personas nada involucradas en el supuesto asunto que trajo aquí a los «mentores»: la reforma educativa y sus leyes secundarias.

De existir tales instrucciones, seguro señalan que es necesario generar el enojo de la sociedad, para que ésta presione a las autoridades a tomar la vía de la fuerza, o para que tome la fuerza por sí sola y trate de solucionar lo que las autoridades no pueden.

Porque eso parecen querer los maestros: que las autoridades envíen un enorme contingente de policías a replegarlos y obligarlos a que respeten los derechos del prójimo, para enfrentarse en una batalla campal y que haya un muerto entre las filas de los «profesores» y entonces, convertirlo en una causa que justifique un movimiento de más largo plazo y alcance. Para glorificar al muerto como a un mártir, aunque en vida haya sido un barbaján y un golpeador.

Hasta ahora, en ese «dejar pasar» y «dejar hacer», ninguna autoridad ha querido poner en orden a estos humanoides neandertales que se dicen maestros y supuestamente protestan porque los quieren evaluar como a ellos NO les da la gana.

Y es que, según la leyenda, el día que tomaron por asalto la Cámara de Diputados, la policía capitalina no intervino porque el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, sabía que estos gorilas llevaban armas de fuego y no quiso cargar con el costo político.

Pero tampoco la Federación ha salido al quite. Ni el Poder Legislativo –al cual doblegó la CNTE con violencia– porque nadie parece interesado en asumir el costo.

De hecho, el principal responsable de la educación en México, el secretario de Educación Pública, Emilio Chauyffet sencillamente no ha aparecido en el escenario. Tampoco quiere cargar la responsabilidad.

Y mientras tanto, los «profesores» siguen sistemática e intensamente irritando a la gente. Irritan deliberadamente a la ciudadanía de la capital del país, con sus sorpresivos plantones y manifestaciones, pues cada día, reciben una «orden de trabajo» distinta, que los lleva a bloquear aquí o allá, o bien a marchar por esta o aquella avenida y desquiciar la movilidad de los ciudadanos.

Pero también irritan a la ciudadanía de los estados, donde los niños están huérfanos de educación, porque no hay maestros en las aulas, ni libros, ni enseñanza, ni avance.

Hoy, por ejemplo, las multitudes de personas que viajaron en metro, bajo tierra, para evitar los bloqueos en las calles, no podían llegar a su destino, pues hizo falta cerrar varias estaciones del metro.

La irritación y el enojo eran mayúsculos.

Y eso es lo que están buscando los maestros: romper la indiferencia de las autoridades, molestando a los ciudadanos, para que éstos caigan en la provocación y organicen una trifulca contra ellos un buen día; o bien que presionen a las autoridades para obligarlas a lanzar la fuerza pública contra los maestros y generen la muerte de alguno.

Mientras tanto, la presión sigue creciendo y todo indica que no tendrá fin. Se está convirtiendo en un auténtico dolor de cabeza para el gobierno, que de plano ya no halla cómo resolver este asunto. Se acerca del 1 de septiembre, día importante en términos políticos y no se ve cómo se vaya a evitar la movilización de maestros, quienes seguro harán lo posible por evitar la buena marcha del Primer Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Quieren un muerto y están siguiendo al pie de la letra las instrucciones precisas para lograrlo.

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