Escena cotidiana

La escena puede ocurrir en cualquier punto de la vasta geografía comprendida entre el Río Bravo y el Río Usumascinta y entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico.

Es domingo, rondan las 14:00 horas. La familia se ha reunido para comer relajadamente, aprovechando que el trabajo, la escuela o las actividades de la semana, han dado tregua. No hay prisa. Nadie debe comer en 20 minutos cualquier cosa para volver a toda velocidad a la actividad.

Sobre la mesa hay un molcajete bastante grande, lleno de guacamole. A un lado, en un tortillero de palma tejida, y envueltas en la servilleta bordada en punto de cruz, las tortillas calientitas, recién traídas de la tortillería, invitan. Dentro del guacamole se adivinan un par de huesos de aguacate, siguiendo la conocida recomendación de la abuelita.

Un enjambre de mujeres se hace bolas en la cocina; uno de hombres en la sala. En el comedor -que preside por el momento el molcajete- se reúnen todos. Una tortilla sacada de en medio de todas, se coloca en la mano izquierda de alguien que apenas mira lo que hace, mientras platica con otro. Automática, su mano derecha encuentra la cuchara de madera colocada sobre el preparado verde.

Cuando le va a dar la primera mordida, sin perder el hilo de su conversación, alguien por allá le advierte: «¡Aguas!…la cocinera estaba enojada».

Todos ríen.

A los pocos segundos el comensal se pone rojo, la boca le arde, sus ojos lloran y la nariz le fluye profusamente. Un ligero zumbido ronda sus oídos: está enchilado.

–¡Conste que te lo dije!, dice riendo quien le advirtió.

–Sí es cierto, reconoce el enchilado, mientras repite que, de verdad, la cocinera estaba enojada.

Hasta aquí, nada de qué sorprenderse…si uno es mexicano.

Ahora, viene el reto de explicarle esta escena a alguien que no comparte la cultura.

¿Qué es un molcajete?; ¿qué es el guacamole?; ¿qué ingredientes lleva?; ¿cómo se prepara?; ¿por qué están ahí dentro los huesos de los aguacates usados?; ¿cómo saben que la cocinera estaba enojada?; ¿con qué procedimiento se hace la tortilla?; ¿de qué está hecha?; ¿por qué toman una de en medio y no la más inmediata?

Todas son preguntas que, para nosotros, en nuestro contexto cultural, están contestadas desde antes de nacer. Lo vimos desde siempre; lo sabemos porque forma parte nuestra y porque está ahí, como elemento cotidiano.  Lo hemos vivido cien mil veces.

Pero en verdad cuesta trabajo explicarlo a alguien que no lo comparte.

Ahora, el reto escala a un nuevo nivel: explicárselo a alguien que no habla el idioma.

No hay traducción para molcajete, tortilla, tortillero, enchilar y otras que se usan cotidianamente en cualquier escena similar. Ningún idioma contempla tales cosas y, entonces, sería necesario usar la palabra como la empleamos en México, y añadir una explicación lo más comprensible, para tratar de que el extranjero más o menos construya en su mente una idea semejante a la realidad.

No lo creo, por cierto, pero esa es la forma de proceder en ese caso.

Se trata de muchas peculiaridades relacionadas sobre todo con la cultura, pero también con tradiciones ancestrales en lo culinario y en lo social. Para esas, es muy difícil encontrar expresiones adecuadas en otros idiomas.

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Archivado bajo Literatura, Sociedad, Turismo

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